DOCUMENTOS REFERENTES A LA DESCRIPCION DE LA IGLESIA EVANGELICA DEL PACTO
Con el pasar de los años, dentro del contexto de la Iglesia del Pacto Evangélico, una serie de “documentos ocasionales” han sido escritos y publicados. Mientras que aquellos documentos han sido un regalo a la iglesia y han ayudado significativamente a la gente del Pacto a considerar temas difíciles y desafiantes, no ha existido un proceso ordenado por el cual estos documentos fueran encargados, escritos, adoptados y divulgados.
Lo que se encuentra a continuación es un proceso aprobado por los delegados de la reunión anual de 2007 para desarrollar nuevos documentos del Pacto que siguen en la importa tradición del “documento ocasional”. Este será un proceso uniforme diseñado para la gente del Pacto a ejercer un discernimiento comunitario frente a los temas más críticos de la vida de la iglesia. Esta propuesta naciente se titulará Documento Referente del Pacto.
Un Documento Referente del Pacto es un documento de enseñanza aprobado en la Reunión Anual de la Iglesia del Pacto para proveer contexto y claridad a las iglesias del Pacto, con relación a temas críticos y de mucha importancia con relación a la fe, doctrina y conducta. El Documento Referente del Pacto busca aplicar la enseñanza bíblica de temas trascendentales en el contexto del carácter histórico e identidad misionera continua de la Iglesia del Pacto Evangélico. El Documento Referente del Pacto existe para definir discipulado en Cristo y conducta en la vida de los Pactistas (la gente del Pacto) sin elevarse al nivel de un credo, confesión o doctrina vinculante.
Muy parecido a la Resolución de la Reunión Anual, el Documento Referente será sujeto a: seguir el entendimiento del Pacto que la Palabra de Dios es la única regla perfecta para la fe, doctrina y conducta y, en mantenerse dentro del entendimiento del Pacto, de hace tantos años, que pone particular énfasis en la libertad en Cristo. A diferencia de un decreto que busca ofrecer un resumen o una aclaración cristalina del pensamiento cristiano, el Documento Referente del Pacto será más extenso en su discusión perfeccionada del diálogo crítico de preocupaciones genuinas sobre temas importantes y trascendentales. A diferencia de una decreto, el cual está enfocado primordialmente a temas políticos y éticos, el Documento Referente del Pacto definirá el continuo discipulado en Cristo y prácticas en todos los temas que merecen atención especifica – temas de la fe, doctrina y conducta. El Documento Referente del Pacto se mantendrá en efecto para definir el proceso continuo del discipulado en Cristo y conducta en la vida de los Pactistas hasta el tiempo en el cual sea removido o reemplazado por la Reunión Anual del Pacto.
El Documento Referente del Pacto existe para educar, informar y convocar a la gente del Pacto de la naturaleza completa del mensaje bíblico y vida de Cristo. Los documentos de Referencia del Pacto no son aprobados con el propósito de disciplinar. La única base para la disciplina es la Palabra de Dios. Para ayudar a la gente del Pacto entender el Documento de Referencia como un proceso comunal para discernimiento (para definir el proceso continuo de discipulado en Cristo y conducta en la vida de la gente del Pacto en vez de intentar reubicar al Pacto como una Iglesia basada en credos), recomendamos que el primer documento de referencia sea escrito sobre: Maneras en las Cuales la Iglesia del Pacto Evangélico se involucra en la Reflexión Teológico – Bíblica.
Artículo II por Ley, Sección 2.1
Documentos Referentes del Pacto
a. La IPE (Iglesia del Pacto Evangélico), puede adoptar los Documentos Referentes para proveer contexto y claridad frente a temas de crucial importancia sobre fe, doctrina y conducta para la IPE, congregaciones de la IPE y corporaciones establecidas por la IPE.
b. El propósito del Documento Referente es el proceso continuo de discipulado en Cristo y conducta en las vidas de los miembros de congregaciones de la IPE, en cuestiones de fe, doctrina, y conducta. Ya que la IPE confiesa que la Escritura es la única regla perfecta de fe, doctrina y conducta, un Documento de Referente no es vinculante y no debe ser utilizado como fundamento para la disciplina de ministros elegidos y titulados de la IPE; la dimisión de una congregación de la IPE, o de misioneros consagrados de la IPE; la dimisión de una congregación de la IPE como miembro de la misma, o de disciplina a miembros de la IPE en congregaciones de la misma.
c. La IPE puede adoptar el Documento Referente solo si dos tercios de los delegados presentes en la Reunión Anual de la IPE votan a favor. Enmiendas a un Documento de Referencia propuesto no son aceptadas; sin embargo, un Documento Referente puede remitirse a la Directiva Ejecutiva de la IPE con el propósito explícito de enfrentar preguntas específicas con respecto al contenido y estructura gramatical.
d. Todos los Documentos Referentes del Pacto deben ser asignados por el voto de dos tercios de (i) los delegados presentes y votantes en una Reunión Anual del IPE, o (ii) la Directiva Ejecutiva de la IPE. Una vez asignado, un Documento Referente del Pacto debe ser aceptado o rechazado por la Reunión Anual antes que otro Documento Referente propuesto, a cualquier tema, sea encargado. La asignación de un Documento Referente del Pacto puede ser solicitado por un miembro de una congregación, conferencia regional, directiva, comisión, corporación, institución o departamento de la IPE.
e. Todos los Documentos Referentes del Pacto propuestos deben ser escritos de acuerdo al procedimiento aprobado por la Directiva Ejecutiva del IPE.
f. Un Documento Referente del Pacto puede ser presentado a una Reunión Anual de la IPE solamente si fue recomendado juntamente por la Directiva Ejecutiva de la IPE, la Directiva de Ministerio Titulada, el Consejo de Superintendentes, y el Consejo de Administradores.
g. Una vez adoptado por una Reunión Anual, el Documento Referente debe mantenerse en efecto hasta su reemplazo o hasta que sea removido por una Reunión Anual subsiguiente. Un Documento Referente del Pacto tendrá como naturaleza la de resolución sujeta a la edición actual de Las Reglas de Roberto sobre Disposiciones – Edición Actual Revisada.
DOCUMENTO REFERENTE DEL PACTO
LA IGLESIA EVNAGELICA DEL PACTO Y LA BIBLIA
Nosotros somos personas del Libro. Ese Libro es la Biblia. El centro de la vida de la Iglesia del Pacto Evangélico, la Biblia revela a Dios y el propósito de Dios para nuestras vidas y mundo. A través de ella descubrimos nuestra identidad y misión como individuos e iglesia. A través de la Biblia somos llevados a vida en Cristo Jesús, vida en el Reino de Dios. La Iglesia del Pacto fue fundada por personas conocidas como “lectoras” por su amor profundo por la Biblia. Al leer la Biblia, tanto individualmente, como en alabanza comunal, buscaban entenderla y permitirla dar frutos en sus vidas.
Nuestra pasión por las Escrituras surge por nuestra convicción que el mensaje de la Biblia viene de Dios y nos permite tener una vida en paz con Dios y con nuestros prójimos. Aquí vemos a Dios ofreciendo esta nueva vida, primero a través de Israel y luego, en un final a través de Cristo Jesús. En el centro y corazón de nuestro compromiso a Las Escrituras se encuentra la convicción de que Jesús fue y será eternamente la Palabra del Dios viviente (Juan 1:1-18), la revelación suprema de Dios. La Palabra Viviente, Jesucristo, y las palabras de Las Escrituras son un conjunto. Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios porque nos comunica la palabra viviente, Cristo Jesús. En Cristo entendemos quien es Dios y en Cristo descubrimos nuestra identidad personal. La Escritura revela a Dios trabajando para crear a la gente para sí, para perdonarlos, librarlos de la maldad, y establecer Su reino en medio de ellos (1 Pedro 2:9-10).
Estamos convencidos que el Espíritu Santo de Dios, por el cual la palabra viviente se hizo carne, también inspira la Biblia y continúa iluminando y transformando a lectores de los Antiguo y Nuevo Testamentos. “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). El Espíritu trabajó a través de éstas Escrituras para traer vida nueva en Cristo, lo cual es una convicción central del Pacto y el fundamento de nuestra unión.
El preámbulo a la Constitución del Pacto afirma la certeza de la Biblia para fe y práctica al decir: “las Sagradas Escrituras, los Antiguo y Nuevo Testamentos, es la Palabra de Dios y la única y perfecta regla de la fe, doctrina, y conducta”. Esta convicción es repetida cuatro veces en Afirmaciones del Pacto. Ambos Testamentos, los sesenta y seis libros del canon Protestante, son entendidos y adoptados en conjunto para proveer un predominante testimonio del trabajo revelador y redentor de Dios que empezó con la Creación, continuó en Israel, y culminó en Jesucristo. Con tal compromiso a Las Escrituras, las personas fundadoras del Pacto preguntaban constantemente: “¿Dónde se encuentra escrito?” cuando trataban con preguntas de doctrina y conducta (práctica). Esto no fue una simple validación del texto; mas bien, fue una determinación para entender el propósito de las Escrituras como un todo y la forma en la cual debe ser apropiada en las personas, de por vida y en pensamiento. Esa pregunta continúa guiándonos. En todo lo que creemos, hacemos y decimos, nos ubicamos bajo la autoridad de la palabra escrita de Dios y buscamos su dirección y guía. La Escritura en sí, es nuestro compás, no invenciones sobre las Escrituras o su inspiración. Nuestra enorme pasión es buscar renovar constantemente nuestro compromiso a la autoridad de Dios como ha sido revelada en las Escrituras. Nuestro deseo es mantener viva, fuerte y siempre creciente la llama que se encendió y quemaba en nuestros fundadores por la autoridad y poder de la Palabra de Dios. Por éstas razones, desarrollar un entendimiento compartido de cómo leemos las Escrituras es crucial para nuestra vida juntos.
La Iglesia del Pacto Lee la Biblia Así
Con el fin de ser fieles a Cristo y a las Escrituras, la gente del Pacto tiene convicciones específicas sobre el cómo leemos la Biblia, aun reconociendo que no todos los Pactistas leen las Escrituras con el mismo resultado. Estamos muy al tanto de tanto la diversidad de las lecturas y el valor de aquella diversidad. Es como tocar una pieza musical – nunca se la toca de la misma forma, las interpretaciones de la misma nunca son iguales. Surgen diferencias por la habilidad y experiencia de los concertistas, los instrumentos que utilizan, el tono en el cual tocan, el ritmo y estilo que prefieren, y el lugar en el cual tocan la música. Existe libertad para interpretar una pieza musical, aun así, la música se mantiene determinante y une a sí misma y a su realidad las diferencias individuales de los músicos, instrumentos y lugares.
Aun así, dentro de la diversidad en interpretaciones, todavía existen reglas para interpretar la música bien, y algunos de los músicos serán mejores que otros. La analogía no sugiere que “cualquier forma va”. La interpretación musical es determinada primordialmente por la música en sí y a un cierto grado por las tradiciones de la comunidad musical y público presente. Por lo cual no todas las interpretaciones de una pieza musical – o de Las Escrituras – será fiel en igual manera al contenido del texto.
Un aspecto importante de esta analogía es que la música debe ser tocada. Un espectáculo no es una simple explicación; es el texto convertido en vida. Si el músico no realiza el acto de tocar la pieza musical, la música no es más que notas sobre una hoja de papel. Lo mismo sucede con las Escrituras. Si el texto no actúa o es visible en nuestras vidas, a pesar de que es la palabra de Dios, el texto no es más que palabras sobre una hoja de papel (Santiago 1: 22-25).
Lo que sigue es una descripción de cinco maneras en las cuales el Pacto vive las Escrituras y ofrece tres compromisos para hacerlo fielmente y en forma correcta.
Como ideal, en nuestro mejor momento, nosotros, los del Pacto, leemos la Biblia fielmente, en comunión, rigurosamente, solidariamente, íntegramente, y con un compromiso hacia la gracia, transformación y misión.
Primero, la gente del Pacto lee la Biblia fielmente guardando Su esencia e inquietudes. Por ser la palabra de Dios, una lectura fiel es una lectura en oración. Venimos al texto pidiendo que el Espíritu Santo de Dios nos instruya y nos transforme. Clave a la formación de la Iglesia del Pacto es una preocupación pietista de encontrarnos con Dios. Como fue declarado en 1963, en el reporte final del Comité del Pacto sobre Libertad y Teología, “Leerla (la Biblia ) correctamente… es verla como un altar en donde uno se encuentra con el Dios viviente…”.
Una lectura fiel está considerando la persona en sí. Cada uno viene a la Biblia con un lente o /perspectiva – una serie de suposiciones o presunciones – a través de las cuales vemos y entendemos. Este lente está formado por el contexto cultural, género, geografía, idioma, nuestro entender la vida, y el equipaje personal e histórico que cada uno acarrea. Mientras la Iglesia del Pacto Evangélico se vuelve más y más diversa (lo cual creemos es un movimiento del Espíritu Santo), debemos ser sensibles y estar al tanto de la variedad de lentes a través de los cuales leemos la Biblia. Debemos preguntarnos a nosotros mismos cual será nuestro lente respectivo y considerar su posible impedimento o ayudar a nuestra lectura. Debemos ser suficientemente sensibles para escuchar bien a otros que leen con lentes diferentes a los nuestros.
Una lectura fiel debe estar también en línea con la intención de Dios. Una mirada rápida a la iglesia resalta la facilidad con la cual se nos puede pasar por alto el mensaje de Dios. En muchas ocasiones, la Iglesia se ha alejado dentro de pecados grandes y alejados a una interpretación fiel de la Palabra (por ejemplo: intentos de justificar la colonización, la esclavitud y racismo; asumir la inferioridad de la mujer, y la indiferencia frente a los pobres). Ya sea de manera no intencional o deliberadamente, la Biblia ha sido mal utilizada como medio para proteger un estilo de vida o mantener poder y recursos.
Sin importar la razón, el registro de malas interpretaciones en la historia Cristiana es causa de humildad en nuestra propia lectura de la Biblia. Debe causarnos parar antes de hacer declaraciones autoritarias en contra y acerca de alguna interpretación de un pasaje bíblico – especialmente si es una interpretación en la cual los cristianos, de manera auténtica, no llegan a un acuerdo. Puesto en palabras sencillas: a veces nos equivocamos. Cuando leemos fielmente, muchas veces encontraremos que la Biblia desafía la manera en que vivimos en vez de reafirmarla. La Biblia atraviesa hasta lo más profundo de nuestras almas y “discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).
En segundo lugar, por la propia naturaleza o esencia de la vida del Pacto, leemos la Biblia en comunión. La interpretación de las Escrituras no es un deber que hacemos en soledad (2 Pedro 1:20-21). Ninguno de nosotros tiene la experiencia, habilidad intelectual, sensibilidad social, o profundidad espiritual para interpretar las Escrituras por su propia cuenta. Nuestra lectura es informada por nuestra identidad y experiencias, incluyendo nuestro género, condición económica y cultura. Ninguno de nosotros tiene una experiencia lo suficientemente amplia para poder abarcar y acceder a todo lo que las Escrituras dicen. El Espíritu Santo, el mismo Espíritu que inspiró el texto, nos ayuda en nuestra lectura y discusión y, la comunidad de fe – tanto pasada como presente – provee ayuda para escuchar el texto. El Espíritu Santo y la comunidad de fe trabajan conjuntamente para guiar en el deber de leer y escuchar bien.
La Iglesia del Pacto define “comunidad de fe” no solo a su propia denominación (con sus iglesias, historia y afirmaciones), sino como la introducción de la Afirmación del Pacto define, toda la tradición apostólica, católica, Reformada, y evangélica que ha sido transferida a nosotros. Buscamos leer por fe en contexto de los credos de la más amplia, e histórica comunidad de fe. Siempre que decimos que somos una iglesia libre de credo, queremos decir que hemos escogido permitir que el texto sea lo principal en nuestra fe, doctrina y conducta. Hemos trabajado duro para no permitir que ciertas interpretaciones de textos tomen importancia sobre el texto en sí para guiar nuestra vida juntos. Reconocemos y aprendemos de tradiciones y pensadores cristianos diferentes a los nuestros. Lo correcto y fiel no es siempre claro. Leer no sólo con el Espíritu Santo sino también con la comunidad de fe requiere discernimiento. Nosotros discernimos juntos – no en soledad – el trabajo del Espíritu Santo en este mundo, en nuestros corazones y, en la comunidad de fe a través del tiempo. Es clave para el carácter de la Iglesia del Pacto que tengamos consistencia en las decisiones que tomamos para confiar en que el Espíritu Santo basta para hablar a través de la comunidad y guiarnos en nuestro discernimiento.
Nuestro compromiso a la lectura en comunión motiva a los del Pacto a leer frecuentemente las Escrituras no solo en adoración sino en estudio para compartir nuestras lecturas los unos con los otros de una manera directa y sin tapujos. Crea una cultura de apertura y generosidad mutua entre nuestros contextos culturales diversos. Esto, por otro lado, crea el tipo de madurez espiritual que nos ayuda a vivir con la ambigüedad a menudo presente en nuestra vida juntos. Tal lectura en comunión permite que la Biblia, en unión con el Espíritu Santo, realice su poderoso trabajo. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).
En tercer lugar, nosotros leemos las Escrituras rigurosamente. Reconocemos estas Escrituras por lo que son en su contexto original, histórico y cultural. Entendemos que existe una separación entre nosotros y los primeros lectores de las Escrituras. No fue originalmente escrita a nosotros, pero las palabras de la Biblia son para nosotros y sobre nosotros. Dios nos habla a través de estas palabras. Nos vemos reflejados en estas palabras. Los libros bíblicos fueron escritos para personas de hace mucho tiempo atrás. Sin duda, son relevantes y pertinentes, tienen autoridad, aunque nuestro mundo sea muy diferente al mundo de los tiempos de la Biblia (1 Corintios 10:11). La creencia en el poder de la Biblia y la autoridad de la misma de transformarnos no significa que el entendimiento sucede automáticamente. Todas nuestras habilidades intelectuales son unidas y convocadas en el trabajo de interpretación y, utilizamos textos teológicos e información disponible para crear un puente entre el texto antiguo y nuestras vidas. Un aspecto crítico dentro de esta tarea es la buena disposición a escuchar el texto y obedecer. La Biblia, habiendo sido escrita para gente en contextos antiguos, su lectura nos lleva a la habilidad de interpretar y, hacia una mirada profunda al como funcionan los idiomas y textos en ella. Buscamos entender lo que los textos significan en su contexto original y luego discernir como ese significado es aplicable a la Iglesia de hoy. Mucho del trabajo difícil ha sido realizado a través de traducciones, y toda una comunidad (estudiados, eruditos, teólogos) sirve y trabaja con la Iglesia para asistir o ayudar en el proceso de entendimiento. Sin embargo, todo cristiano tiene el privilegio y responsabilidad de tomar parte, en comunión, en la lectura del texto.
En cuarto lugar, leemos las Escrituras solidariamente considerando las interpretaciones distintas en temas que no son claves a nuestras creencias fundamentales. “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2). El énfasis puesto por El Pacto en una “vida conjunta” con Cristo como el lazo que une ha moldeado hasta lo profundo nuestro entendimiento de la fe y las Escrituras. Este compromiso ha mantenido históricamente unidos a los del Pacto en tiempos donde hubiera sido fácil dividirse sobre temas como: bautismo, expiación, o la naturaleza de la inspiración de las Escrituras. Mientras que una variedad de puntos de vista sobre las Escrituras siempre ha estado presente en el Pacto, dos cosas son claras: no dudamos de la autoridad de las Escrituras, ni aceptamos explicaciones que no hacen justicia al carácter de las mismas.
Nuestra solidaridad frente a las diversas interpretaciones no está fuera de límites. No todas las lecturas son igual de convincentes o determinantes para la Iglesia. Tenemos convicciones centrales y claras sobre la doctrina y vida Cristiana, las cuales están claramente reflejadas en nuestro Afirmaciones del Pacto. Tenemos convicciones bíblicas sobre temas difíciles, las cuales están reflejados en nuestra política. Estamos dispuestos a desafiar interpretaciones bíblicas que se alejan demasiado de las convicciones cristianas de la Iglesia del Pacto Evangélico. Así que, nuestra solidaridad se basa en nuestra incertidumbre de pensamiento, pero en humildad, sumisión mutua, y preocupación por la unidad de la Iglesia (Efesios 4:3, 4:15, 5:21). Estamos comprometidos a la esencia de la fe Cristiana, pero diferencias en temas donde los Cristianos han discrepado a través de la historia, de los tiempos, no son base suficiente para la división. Al contrario, son una oportunidad para alcanzarnos unos a otros para crecimiento e instrucción mutua.
Quinto, leemos la Biblia íntegramente, permitiendo que las Escrituras interpreten las Escrituras. Cuando los fundadores del Pacto se preguntaron los unos a los otros: “¿Dónde está escrito?”, ciertamente estaban buscando textos específicos de la Biblia, pero también querían saber lo que las Escrituras, en su totalidad, decían en relación a cualquier tema en particular. Ningún pasaje específico de las Escrituras es por sí solo la palabra de Dios; cada pasaje es la palabra de Dios como parte de la Escritura completa elegida por Dios para Israel y el cumplimiento de la promesas de Dios en Cristo Jesús. Los del Pacto afirman que todas las partes de las Escrituras son inspiradas por Dios, pero es la Biblia en su totalidad, entera, no solo en partes, lo que ayuda a interpretar de manera fiel cómo vivir y el qué creer. Esto permite que los pasajes más claros de la Biblia ayuden a interpretar aquellos más confusos e inquietantes (a veces dolorosos). Esta regla de interpretación asume también que cualquier pasaje particular de las Escrituras es leído bajo los términos de la Biblia entera, términos del movimiento narrativo y bajo dirección de la Biblia como un todo.
A estas cinco formas de leer las Escrituras anexamos tres compromisos esenciales. El primer compromiso es la gracia. La gracia es primordial del carácter de Dios y la Palabra. Por Gracia Dios reconcilia a la humanidad a través de Cristo Jesús y nos da una nueva vida en Cristo (Romanos 3:21-26; Efesios 2:6-8). Jesús enseñó sobre la autoridad de la gracia dentro de este movimiento clave. En respuesta a aquellos que elevaron la enseñanza ritualista de la pureza de las Escrituras sobre la enseñanza encontrada en las Escrituras con relación al interés por nuestro prójimo, El citó al profeta Oseas diciendo: “Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio” Mateo 9:13). De la misma forma, Jesús dio prioridad a los mandamientos de las Escrituras de amar a Dios y al prójimo (Mateo 22:36-40 y paralelos). El Apóstol Pablo continuó este énfasis principal de la Gracia de Dios en Cristo Jesús, particularmente a los Romanos y Gálatas, pero ciertamente en todas sus cartas, Pablo argumentó con mucha pasión la importancia de la gracia de Dios. No es un accidente que Pablo inició cada una de sus epístolas refiriéndose a la gracia, como para recordar a sus lectores que toda la vida es vivida dentro de parámetros de gracia. La Gracia no es simplemente un regalo que Dios nos da; la gracia es Dios dándose a nosotros y acercándonos a El en una relación a través de la vida, muerte y resurrección de Cristo Jesús. Hemos sentido a ese Padre amado recibiéndonos como hijos descarriados. Nosotros, al igual que Pedro, sabemos lo que significa negar a nuestro Señor, y aún así ser restaurados a Su servicio. Como Corneo y Lidia, aunque no pertenecíamos, hemos hecho sido miembros de la familia de Dios. Consecuentemente, queremos ser gente que extienda ese mismo tipo de gracia los unos a los otros y a través de este mundo quebrantado.
La Gracia abarca vivir con Dios y se convierte en la motivación y fuerza que nos da poder hacia vivir para Dios. Este entendimiento de la gracia no da licencia para hacer lo incorrecto, lo malo. Al contrario, estamos invitados, motivados, y exigidos vivir la gracia que hemos recibido. Esta prioridad en la gracia – extraída del carácter de Dios, las acciones de Jesús, la enseñanza de las Escrituras, y afirmada especialmente en la Reforma – es posiblemente la característica más fuerte de la identidad del Pacto. Es responsabilidad de toda Iglesia del Pacto vivir esta gracia en el contexto de su ministerio. Es la gracia vivida lo que nos permite – incluso demanda – la lectura solidaria y en comunión.
El segundo compromiso es el de transformación. Es crucial que en nuestro leer vengamos de manera consciente a la Escritura con el deseo profundo y esperando ser transformados por la renovación de nuestro entendimiento (Romanos 12:2). No solamente leemos la Biblia. La Biblia nos lee. La Biblia es “viva y activa”, y debemos esperar ser transformados. Debemos esperar que la Biblia haga algo y un cambio suceda en los lectores y sus comunidades. Mientras leemos la palabra viviente, el Dios viviente nos confronta y llama a una nueva vida en el Reino de Dios.
La Biblia es guía y medio para el discipulado, y si el discipulado no es el resultado de nuestra lectura, hemos fallado. Cuando venimos a la Escritura con una actitud abierta, esperando el encuentro con la palabra poderosa que cambia vidas, descubrimos que somos participantes de la historia de rescate y amor de Dios. Aunque no fue escrita, en un principio, a nosotros, esta maravillosa palabra es para nosotros. Nuestras huellas digitales empiezan surgir, en la narración, con cada vuelta de página. También nosotros hemos mordido del fruto prohibido y pagado el precio por ello. También nosotros hemos deambulado por el desierto, preguntándonos donde vamos a parar. También nosotros nos hemos sentido abrumados por una tarea, solo para descubrir que Dios es apto y fiel. También nosotros hemos estado perdidos para luego ser encontrados. Y a cambio hemos sido puestos en la historia de Jesús para seguirle y vivir sus propósitos. La obediencia a la palabra de Dios, lo cual es posible a través de afirmar, confortar, y a través de la presencia desafiante del Espíritu Santo, nos lleva a la transformación en la vida del discípulo, en la vida de la iglesia. La conversión es necesaria, la confesión y el arrepentimiento son requeridos, y el cambio es inevitable. Nuestra lectura es transformadora, y la transformación en todas sus formas es una meta de la Iglesia. La comisión de Jesús de “ir y hacer discípulos…. enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19-20) habla de la tarea comprensible de formar a aquellos que siguen a Jesús para que puedan mirar, pensar, y actuar como Jesús. Todos somos trabajos en proceso continuo, peregrinos en camino, y siempre estamos siendo “transformados de gloria en gloria en la misma imagen” (2 Corintios 3:18). Mientras somos transformados, nos unimos a nuestro Señor en busca de la transformación de otros. Es a través de gente transformada que Dios busca transformar al mundo, y el uso activo y apasionado de las Escrituras es en el centro de toda transformación.
Nuestro tercer compromiso es misión. Esto yace en los fundamentos del origen y existencia del Pacto. Aquellos que formaban parte del Pacto en un inicio eran llamados Amigos de Misiones, y la misión es y siempre ha estado en el corazón de la identidad de la Iglesia del Pacto. La distinción entre el evangelismo y ministerio social o justicia no era aceptada. Nuestra heredad pietista enfatiza que lo que hicimos fue para la gloria de Dios y el bien del prójimo. Hoy en día continuamos siendo amigos de la misión de Dios. Realizamos un salto de las páginas a la vida para ser cambiados y vivir las palabras que leemos. En esto seguimos el ejemplo de Jesús, quien empezó su misión como cumplimiento de las palabras de Isaías en las Sagradas Escrituras (Lucas 4:16-21). La misión de Jesús es la nuestra. La Escritura nos llama a unirnos a El en el trabajo que está haciendo en nuestro mundo: encontrando a los perdidos y ayudando a los que adolecen, restaurando a los heridos, trabajando por la proclamación de las Buenas Nuevas, y extendiendo el Reino de Dios en nuestro mundo. A cambio, tal accionar reforma continuamente los lentes a través de los cuales leemos. Este salto fuera de las páginas se vuelve la regla interpretativa para los del Pacto: una lectura valedera de las Escrituras nos lleva a la obediencia y servicio. Al final del Sermón del Monte, Jesús dijo: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24). Cuando trabajamos juntos para edificar la misión y vida a la cual nos ha llamado la Biblia, nos volvemos lectores más fieles de sus palabras y damos testimonio, demostrando la gracia de Dios a nuestro mundo quebrantado.
Por lo tanto, la gente del Pacto, lee y escucha la Biblia de manera: 1) fiel, con un claro entendimiento del poder de la Palabra de Dios y de nuestros lentes de interpretación cambiantes y diferentes, lo cual requiere de humildad; 2) en comunión, con el entendimiento que la interpretación llama a la ayuda del Espíritu Santo y de la comunidad entera de fe, incluyendo la iglesia histórica representada en los credos cristianos comunes; 3) rigurosamente, con el conocimiento de que la Biblia viene a nosotros a través del tiempo y cultura que llama a un estudio y pensamiento detenido; 4) solidariamente, con consideración hacia las diferentes interpretaciones de las Escrituras; 5) íntegramente, con la creencia de que es el movimiento de la Biblia en su totalidad lo que nos guía. La gente del Pacto también lee la Biblia con compromiso especial hacia la gracia, porque la gracia expresa el carácter principal de Dios; hacia la transformación, con un deseo profundo de ser cambiada por nuestro encuentro con las Escrituras; y hacia la misión, porque una lectura valedera nos lleva a unirnos a Jesús en el trabajo que El está realizando ahora en nuestro mundo. Esas convicciones son instrumentos que usamos para permitir la interpretación completa de la música de las Escrituras para dar vida y dirigir nuestra vida y misión. Estas formas de leer las Escrituras están sobrepuestas e interrelacionadas las unas con las otras. Éstas se complementan y enriquecen nuestra experiencia en la Palabra de Dios.
Los del Pacto desempeñamos la música de la Biblia por el simple amor y devoción al texto en sí y por la manera poderosa en la cual moldea nuestra identidad y las vidas de la gente de fe. También valoramos las relaciones construidas en el proceso. Cuando estamos en desacuerdo con la lectura de las Escrituras, nuestros compromisos centrales nos guían y toman precedencia ante los desacuerdos que no se encuentran en el corazón de la fe cristiana. Los compromisos que nos llevan incluyen nuestro compromiso a Cristo, nuestro compromiso mutuo en la unidad del Espíritu, nuestro compromiso a la humildad ante Dios mientras actuamos en la palabras de la Biblia y, nuestro compromiso a continuar trabajando juntos, buscando como los primeros del Pacto ser “compañero(s) … de todos los que te temen” (Salmos 119:63).
A través de estas convicciones del Pacto en relación a las Escrituras somos llamados a renovar nuestro compromiso a un compromiso más profundo con la palabra de Dios. Podamos encontrar que arda “nuestro corazón en nosotros” mientras crecemos en el deseo de permitir que las Escrituras sean “abiertas a nosotros” (Lucas 24:32, 44-45). Es nuestra oración que siendo gente del libro no nos abandonemos nunca a simples recuerdos cálidos de nuestra historia, sino que sea una pasión grande que dirija y guíe el movimiento llamado Iglesia del Pacto Evangélico. Que podamos ser como los Bereanos que “recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras” (Hechos 17:11). Oramos para que el puro amor hacia la palabra de Dios sea alcanzado por una disciplina profunda para ser gente salva por la gracia, formada en Cristo, guiada por el Espíritu, empujada dentro de la misión y bendecida a través de la obra de Dios encontrada en la Palabra más Santa de Dios.